El día termina, pero se abren las puertas del subte y el vagón es una fiesta. A quién no le gusta que lo reciban con sonrisas y abrazos, música y narices rojas. A quién no le viene bien parar la velocidad de la mente, la velocidad con la que transitamos a diario, y vivir el momento. La propuesta es simple: por un ratito, sólo sentir.
Alegría subterránea se trata de eso. Un colectivo de gente que se acuerda de que la naturalidad de viajar en un subte y vernos directo a los ojos como una expresión de unión y confianza se ha perdido, que la risa “sólo porque sí” está apagada, que la capacidad de sorpresa que tienen todos los niños está guardada en algún lugar que ya no sabemos dónde es.
Entonces Alegría Subterránea sale a cantar, a sonreír, a darles la bienvenida a todos los pasajeros que tienen la oportunidad de subir entre Medrano y Alem -línea B- en el momento en que el grupo está a bordo
Se trata de una excepcionalidad que sirve de despertador: decidimos no subirnos al subte para ir de un lugar a otro sin que ese viaje no signifique más que eso; nos organizamos, nos juntamos, nos vestimos en colores alegres, nos pintamos la cara como preparándonos para este ritual; no viajamos: queremos acompañar. Acompañar a los que suben, despedir a los que bajan, desear buen fin de semana, conversar, regalar, jugar, abrazar, bailar y hacer bailar. Invitar a todos aquellos que se sientan parte a que repliquen esta excepcionalidad. Que la excepcionalidad se transforme en realidad para que la realidad se resignifique y así, poco a poco, cambie.;Para que la sorpresa nos vuelva a arrebatar, las risas se contagien y para que las canciones nos sigan resonando en el camino a casa.
Alegría subterránea pretende instalar el germen para el cambio. Un viaje dura entre veinte y treinta minutos. ¿Cuántas personas pasan por ese tren? ¿Qué se llevan? ¿Qué se mueve?
Como una pequeña luz –como una nariz de payaso-, Alegría subterránea busca encender la esperanza de que las cosas pueden ser diferentes; creemos en las personas; creemos que el cambio depende de cada uno y que, como en efecto mariposa, hasta el más pequeño gesto de amor puede rebalsar y llegar a los demás, a los que tal vez tengamos sentados al nuestro lado en el vagón. Con una actividad mínima, Alegría Subterránea materializa una pregunta fundamental: ¿qué pasaría si en vez de un grupo en el subte, fuéramos todos y en cada lugar?
Podemos olvidarnos, distraernos, perdernos, pero con las canciones, las palabras y miradas, pretendemos devolver y ser devueltos al presente, recordar que, en definitiva, el cambio está en nuestras manos y hay que despertar. Creemos que con sólo un chispazo de alegría subterránea se puede comenzar a iluminar el camino.
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